A los autores de novela negra se nos suele acusar de que nuestras tramas son inverosímiles y que las cosas que proponemos en nuestros libros no suceden en la vida real. Siempre respondo que la realidad supera la ficción con creces. El Crimen del Canal podría ser un magnifico argumento para una novela, pues aúna costumbrismo, crímenes horribles, misterio y una resolución de lo más sorprendente que involucra figuras históricas. Vampiros en Madrid

El crimen
16 de marzo de 1884 domingo. Julián Ramírez Juan, hijo de unos jornaleros de origen andaluz, sale de su casa en la calle Zurita, en el madrileño barrio de Lavapiés, para comprar el pan para la cena, pero Julianín, como así se le conoce, nunca regresará. Lo encontrarán la madrugada del lunes, en la orilla del Manzanares, degollado, con la cabeza casi colgando en un charco. Vampiros en Madrid
A su lado hay otro niño muerto, José Gómez Cobos, de doce años y residente en el barrio de Embajadores, también con un profundo tajo en el cuello, de la oreja hasta la garganta. Los dos niños tienen el mismo aspecto, blancos como la nieve, y es que cuando te sajan la yugular la sangre sale a borbotones hasta la última gota con la misma fuerza que el cuerpo pierde la vida. No hay rastro de sangre alrededor. Vampiros en Madrid
Indignación
La terrible muerte de estos dos niños, ambos rebosantes de salud, ambos de familias muy humildes, causó gran conmoción en Madrid. Ponía de manifiesto una vez más la poca seguridad que las fuerza de seguridad ofrecían a personas de clases desfavorecidas. Popularmente, estos asesinatos se bautizaron como el Crimen del Canal, al encontrarse los niños a los pies de uno de los molinos del susodicho Manzanares. La población se moviliza. Quiere más seguridad en las calles de los barrios desfavorecidos y que se encuentre al asesino. Vampiros en Madrid
Investigación
La policía quiere dar carpetazo al asunto para no enfadar a la plebe y se aventura a decir que se ha tratado de un robo. Pero la prensa descubre que en los bolsillos de Julianín estaban todavía los reales que su madre le dió para comprar pan. Una vez más, nadie sabe nada, nadie ha visto nada, nadie ha oído nada, dando por bueno ese refrán que dice que de noche todos los gatos son pardos. Vampiros en Madrid
La presión popular es máxima y la policía llegará a investigar a un vendedor de paraguas que gusta de la compañía de chicos jóvenes; un amante de una mujer casada que se habría deshecho de los testigos de su idilio secreto e, incluso, al hermano de uno de los niños. Ninguna de esas líneas de investigación da resultado, y el Crimen del Canal queda sin resolver, como una mancha negra en el currículo de la policía de la capital. Vampiros en Madrid

El crimen del canal
Vampirismo y tuberculosis
A finales del siglo XIX Madrid y otras ciudades padecían lo que se conocía como Peste Blanca, que no era otra que una epidemia de tuberculosis. La tuberculosis ( o tisis) era una enfermedad por entonces sin curación. La ciencia estaba lejos de conseguir todavía los primeros medicamentos eficaces, así que los enfermos avanzados, cuando se acercaba su hora estaban dispuestos a lo que fuera para evitar el terrible final. Los curanderos y charlatanes aprovechaban esta situación para sacarles los cuartos a los infelices que habían contraído esta enfermedad. Vampiros en Madrid
Los enfermos de tuberculosis pulmonar (exiten diversos tipos) tosían sangre y muchos de ellos llegaban a morir desangrados. Una de las creencias más extendidas era que si ingerían sangre, podían regenerar la tuya y restablecerse. Por lo tanto los enfermos de clases pudientes con pocos escrúpulos morales contrataban a matarifes para que acabaran con la vida de personas sanas y le llevara la sangre caliente y la grasa corporal, con la que se hacían cataplasmas con los mismo fines. Durante este periodo, en España se produjeron muchos asesinatos de niños sin resolver. Vampiros en Madrid
Entre víctimas y verdugos no había vínculo, la víctima era escogida al azar entre los más desfavorecidos, normalmente niños pues su sangre se consideraba más pura y a poder ser rollizos, pues se les suponía más salud. Cuando aparecía el cuerpo de un niño degollado y sin sangre, la policía buscaba al culpable entre los tuberculosos de la zona. Aún así era muy dificil establecer un vínculo entre víctima e instigador de su muerte y de esta manera la mayoría de los asesinatos quedaban impunes. El terror recorría Madrid de punta a punta. El crimen del canal

El Hombre del Saco y el Sacamantecas
Algunos de estos crímenes eran muy violentos pues además de desangrar a las víctimas, las desollaban para sacarles la grasa. Es esos casos, el cadáver solía quedar en un estado lamentable. Fue en esta época en la que se popularizaron las figuras macabras como la del Hombre de Saco y el Sacamantecas con el que las madres atemorizaban a sus hijos para que no se alejaran de la vivienda familia. El terrible Crimen de Gádor en Almería, del que hablaré en otra ocasión, fue el más espeluznante y terrible de todos. El crimen del canal
Sospechoso
Regresemos al Crimen del Canal. En mayo de 1889, cinco años después de los asesinatos, el capitán general de Cuba (todavía colonia española) recibió una carta, de un soldado llamado Fructuoso de las Heras Sanz. En ella aseguraba haber dado con uno de los asesinos de Julianín y José. Según Fructuoso, Tomás Badosa, un compañero de armas, le había confesado una noche de guardia lleno de remordimiento que la velada del 16 de marzo de 1884, había asesinado, en compañía de otros, a dos niños, en el Canal de Madrid. Desde entonces viajaba por el mundo con nombre falso, huyendo de la justicia y de su propia conciencia. El crimen del canal
En el juicio pertinente se demostró que Tomás Badosa utilizaba un nombre inventado, práctica que ya había llevado a cabo en otras ocasiones. Sin embargo tenía una coartada que lo situaba lejos del lugar del crimen aquella noche: servía como militar, y cumplía guardia en Aranjuez. El crimen del canal
La leyenda
Badosa salió libre, pero fue por aquel entonces cuando se fraguó la leyenda que ha llegado hasta nuestros días. Durante los hechos de los Crímenes del Canal, había un personaje ilustre aquejado de tuberculosis avanzada. Me refiero ni más ni menos que a Alfonso XII, rey de España, que se hallaba al borde de la muerte por aquel entonces. Y lo que era peor, no tenía descendencia masculina que asegurase la pervivencia de los Borbones en el trono, muy amenazados por republicanos y carlistas.
El rey tenía, además, al ejército a su servicio para cumplir su voluntad. No hubiera sido difícil encontrar entre la soldadesca a un joven solícito y sin escrúpulos que, oculto en la noche madrileña y amparado por su pertenencia al ejército, se escapara en busca de tal preciado elixir vital entre los niños de los barrios humildes. A fin de cuentas estaba salvando al rey y a España. Al parecer la sangre azul del monarca no era suficientemente fuerte y necesitaba del vigor de la hemoglobina de sus súbditos.
¿Alfonso XII, vampiro?
Si esto fuera cierto, Alfonso XII sería un monarca vampiro. En nuestras sociedades corruptas no se me ocurre mejor manera para representar la mezquina utilización del pueblo por parte de las clases privilegiadas que representar al monarca como un vil chupasangres. El crimen del canal
Alfonso XII moriría un año después, en 1885 a la edad de veintiocho años. No fue el único rey acusado de vampirismo. Luís XI de Francia tenía por costumbre beber sangre de niños. Elena Petrovich, reina de Italia, hacía lo propio con niños de su país. Se dice que era tan golosa que bebía diariamente la sangre de tres recién nacidos. El crimen del canal
Evidentemente nunca se pudo demostrar la participación de Alfonso XII, pero todo podría ser. Si en Reino Unido, los Windsor se vieron salpicados en la misma época, por unos turbios asesinatos en torno a Jack el Destripador (por motivos muy diferentes), en nuestra España, los Borbones, no iban a ser menos.

El crimen del canal