El 16 de diciembre de 1970, Santa Cruz de Tenerife ocurrió un asesinato que la prensa bautizó como el crimen del siglo.
Fue tan sanguinario y cruel que conmocionó a toda España. Los Alexander, una familia alemana que se había instalado la isla unos años antes, se convirtió en la protagonista de una tragedia sin precedentes: un padre y su hijo asesinaron a sangre fría a la madre y a dos de sus hijas.

Contexto y dinámica familiar
Harald Alexander era un ingeniero de 56 años casado con Margarete, una enfermera de 49. Tenían cuatro hijos: Marina, Petra, Sabine y Frank con los que se mudaron a Tenerife para iniciar una nueva vida. Aparentaban ser una familia normal, pero bajo la superficie se escondían secretos oscuros. Harald, un hombre estricto y dominante, controlaba todos los aspectos de la vida familiar. Margarete, sumisa y dependiente se había convertido en una figura ausente para sus hijos.
Las relaciones entre los hermanos también eran tensas. Frank sufría de problemas mentales y era propenso a la violencia. Marina y Petra se rebelaban contra la estricta disciplina paterna. Sabine, la hija menor, era la única que parecía mantener una relación cercana con su madre. El crimen del siglo
Sociedad Lorber
Harald Alexander el padre, fue un niño abusado en su infancia. De adulto se refugió en la Sociedad Lorber, una corriente de pensamiento gnóstico-cristiana con elementos esotéricos. Esta especie de secta se basaba en las visiones del profesor austríaco Jakob Lorber que, en el siglo XIX dijo haber recibido mensajes proféticos dictados por el Espíritu Santo. Dichos mensajes impactaron en Harald y le llevaron a creerse un ‘elegido’, un ser especial destinado a salvar el mundo. El crimen del siglo
Con el nacimiento de Frank en 1954, el único varón de entre tres chicas, Harald creyó ver la llegada del ‘profeta’, el Mesías esperado por la humanidad. Y conforme a esta creencia, fue creció sin que nadie le pusiera límites ni le educara hasta convertirse en un adolescente tirano que sometía al resto de la familia, especialmente a las mujeres. El crimen del siglo
Todos obedecían a Frank, que se comportaba como un déspota. Nadie ponía en duda sus decisiones por muy malas que fuesen. Era intocable pese a sus 16 años. Su desarrollo sexual se llevó a cabo dentro de la familia, pues las chicas fuera de ese ámbito eran consideradas impuras. De esta manera Frank se acostaba con sus hermanas y su madre con la bendición de su padre. Un aberrante comportamiento que terminó haciéndose público.
Llegada a Tenerife
Las autoridades alemanas estuvieron a punto de detenerles pero los Alexander emprendieron una huida que les llevó hasta Tenerife. Llegó a sus manos una oferta para comprar un terreno en la zona de Los Cristianos y creyeron ver en este detalle la mano de la providencia. El crimen del siglo
En Tenerife hacían vida aparentemente normal. Las hermanas se dedicaban al servicio doméstico, Frank encontró trabajo como repartidor. Los vecinos pronto comenzaron a ver en los Alexander algo raro e inusual. Eran esquivos y poco sociables y en su casa se escuchaban cánticos, rituales que duraban hasta altas horas de la madrugad. El crimen del siglo
El crimen
El 16 de diciembre de 1970 Frank consideró que su madre le miraba de forma un tanto desafiante. Con la excusa de que había visto en ella al maligno, cogió una percha de madera y la golpeó brutalmente en la cabeza hasta que quedó inconsciente sin que esta hiciera nada por protegerse. Como en una novela negra macabra, siguió golpeándola hasta matarla. Petra y Marina las hermanas corrieron la misma suerte que su madre, Frank las liberó del maligno a base de golpes y cuchillazos. Harald, el padre miró a su hijo y entendió que estaba llevando a cabo un acto divino. Se sentó en una silla, empezó a tocar el acordeón y a recitar salmos. Después ayudó a su retoño a mutilar las “partes ofensivas” de las mujeres, eso es sus genitales. Utilizaron para ello una tijera de podar, unas tenazas y unas cuchillas de afeitar. Según ellos, estaban llevando a cabo un ritual de purificación, un exorcismo. El crimen del siglo

Seccionaron los pezones de las mujeres y los clavaron en la pared, para después abrirlas en canal y arrancar su corazones que quedaría suspendidos de cuerdas. La casualidad quiso que Sabine, otra de las gemelas, salvase su vida pues se encontraba trabajando en ese momento. El crimen del siglo
La huida
Tras la borrachera de sangre, padre e hijo emprendieron la fuga con la intención de llegar a Hamburgo, feudo de la Sociedad Lorger de la que esperaban recibir ayuda No llegaron muy lejos: habían destrozado pasaportes, carnés y documentos que necesitaban para abandonar el país y la isla. Harald y Frank pasan la noche en una pensión y al día siguiente marcharon a La Laguna a recoger a Sabine, que estaba trabajando con el doctor Trenkel. Les explicaron con total frialdad a ambos el terrible crimen que acababan de cometer. El doctor Trenkel llamó al consulado alemán. El 18 de diciembre se entregaron a la policía. El testimonio que ofrecen es aterrador.
Cuando los agentes registraron el domicilio, encontraron las paredes plagadas de símbolos religiosos y sangre por todas partes, en el techo, en las paredes, así como restos humanos clavados en diferentes estancias y los cadáveres de las mujeres completamente destrozados. Aún hoy en día la policía de Tenerife considera este caso como el peor con el que se encontraron jamás.
El juicio
El juicio se llevó a cabo en diciembre de 1973. Frank estaba fuera de sí, Harald se pasó las sesiones ausente. Los psiquiatras forenses consideraron que el padre padecía delirio crónico de base esquizofrénica mientras que el hijo había sufrido un trastorno inducido. El tribunal los consideró no responsables, y dictaminó que debían ser trasladados al Centro Asistencial Psiquiátrico Penitenciario de Carabanchel donde recibirían tratamiento, y no obtendrían permisos ni serían puestos en libertad sin la aprobación expresa de ese tribunal. El crimen del siglo

Desaparición
A primeros de los 90, veinte años después del crimen, presentan un diagnóstico bastante favorable y empezaron a disfrutar de permisos, que aprovecharon para escapar. A través de la interpol, la policía alemana los detuvo, los encerró en un psiquiátrico donde estuvieron unos meses tras los cuales fueron puestos en libertad. Nada más se supo de ellos. Algunas fuentes apuntan a que recibieron ayuda de la Sociedad Lorber. En la actualidad, Harald, el padre, tendría unos 90 años, si no ha fallecido y Frank el hijo, cumplirá 70 años en 2024. Tampoco se volvió a saber nada de Sabine la hermana que se salvó. Tras la matanza optó por esconderse, algunos afirman que en una orden religiosa.
