Tuve la oportunidad de ver The house that Jack Built el pasado Festival de cine de Sitges y estas son mis impresiones.

Añoro aquella época en la que en el cine primaban las historias. Antes ibas a la sala a que te explicaran relatos con mayor o menor tino. Los directores más hábiles dejaban traslucir sus fobias y obsesiones de forma sutil siempre supeditados a la trama, que era lo importante. Wilder, Truffaut, Visconti o el mismísimo Hitchcock serían algunos de estos maestros artesanos del celuloide (hay cientos más) que dejaban su impronta en cada trabajo. Pero al igual que en los movimientos artísticos de vanguardia, a partir de los cuales los artistas dejaron de pensar en su entorno y público para hablar de sí mismos, el gran cine actual se ha convertido en un diván de psicoanalista. Un diván costoso y pesado.
¿Qué es más importante, el autor o su obra?
En la actualidad, el ego de los directores-estrella prima por encima de todo lo demás. Las historias son meras excusas para que estas personalidades puedan mostrar sus delirios, fobias y miserias gracias a un portentoso dominio de la cámara, eso sí. E incluso justificar y/o atacar a sus detractores. Desgraciadamente de eso ha habido mucho en la 51° Festival de Cine de Sitges 2018. (Podríamos empezar por la cinta ganadora, a la que no pienso dedicarle ni una reflexión porque no la merece). Nos hemos tragado películas eternas, alargadas en exceso, con un único tema: yo, yo, yo y más yo. Y eso sucede en The House That Jack Built.

Lars Von Trier se cree más interesante que sus espectadores. Y más culto también. Es posible que lo sea, pero una sala de cine ni es un aula de la facultad ni el diván del psicoanalista.
The house that Jack Buit arranca muy bien. Un despiadado asesino nos va relatando con mucho humor negro y socarronería algunos de sus más truculentos crímenes. Von Trier dirige con pulso firme estos momentos de la historia. Personalmente conecto muy bien con los niveles de perversión y cinismo de The House That Jack built; me parecen de lo más gratificante de la cinta, mi problema no es ese. También resultan admirables las interpretaciones que Von Trier arranca a sus actores. Todos, incluso los más anodinos, están excelsos. Cómo esa ama de casa que desconfía de si dejar entrar a Jack o no. O la mismísima Uma Thurman, genial en un papel minúsculo como señorona bien e insoportable.

Tras esa media hora inicial, Von Trier se olvida de la trama, se pone pedante y profundo, y empieza el horror, pero en el mal sentido, para hablar de sí mismo. (Sí, lo sé: el homicida es su alter ego). En ese momento yo también hubiera tenido que largarme. Y no porque las tremendas escenas de la cacería o las de la manipulación de los cadáveres de los niños me resultaran excesivas, para nada. Tampoco porque la cámara en mano me resulte bastante tediosa, que lo es. Si no porque lo que cuenta simplemente no me interesa en absoluto. Me parece equiparable a escuchar las paranoias de un paciente neurótico en la sala de un terapeuta. Curioso y punto. Si el paciente se alarga más de dos horas y media, el experimento se hace pesado. Y si además, se dedica también a ilustrarnos sobre arte y a dar lecciones de moralidad… Que le aguante su tía, como vulgarmente se dice. Pero pagué 10 € del ala (sí, soy de los que va al festival comprando su entrada) y soy catalán, lo que me otorga un alto sentido del valor del dinero, así que me quedé hasta el final para ver que más tenía que decirme el señor Von Trier. A lo mejor también soy un poco masoca.
Leí que Leonardo da Vinci padecía una leve bizquera que le llevaba a percibir el mundo con cierto desenfoque que luego él plasmaba en sus obras dotándolas de misterio y gran fuerza expresiva. Pues bien, para que se me entienda, quiero decir que si Lars Von Trier fuera Leonardo, se habría pasado la vida pintando ojos bizcos y problemas visuales varios en lugar de mostrarnos el mundo a través de su particularidad.
Me ahorraré el valorar las cuestiones técnicas. The house that Jack built está bien rodada. Von Trier tiene suficiente carrera a sus espaldas como para controlar todos los vericuetos de hacer películas. Rueda bien, tiene ritmo, domina las elipsis y sabe dónde colocar la cámara. Genial. Ese no es es problema. Mi problema no es lo que cuenta ni cómo lo cuenta. Lo qué me molesta es por qué lo cuenta.

Dijo Von Trier tras acabar The house that Jack Built que se había quedado tan exhausto que no volvería a rodar en años. Veremos si va en serio o es una boutade más a las que nos tiene acostumbrados.