La historia de El sillón del diablo comienza cuando a finales del siglo XVI Alfonso Rodríguez de Guevara fundó la primera cátedra de anatomía humana de España en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. La obtuvo gracias a un permiso del rey Felipe III, que había trasladado la capital del reino a dicha ciudad castellana. De esta manera la facultad se ponía a la altura de otras de gran prestigio como la de Bolonia o la de Montpellier.

Un estudiante singular
Entre sus estudiantes contaba con Andrés de Proaza, un joven sefardí portugués que mostró un gran interés en la materia. El joven no estaba bien visto entre sus compañeros por sus orígenes judíos. Además, su entrega a la materia y erudición le hicieron destacar por encima del resto lo que le llevó a sufrir mayores antipatías y empezó a correrse el rumor de que hacía tratos con el diablo. De hecho, se decía que esos conocimientos de los que hacía gala estaban más enlazados a un pacto satánico que a sus años de práctica médica.

Un suceso misterioso
Como si de una novela negra se tratara, coincidió que por aquellas fechas desapareció un niño de corta edad en los alrededores de su casa. Los vecinos de la calle Esgueva declararon que desde el sótano de la vivienda del joven Andrés, se oían gemidos, llantos y extraños ruidos y que se veía evacuar agua sanguinolenta por los desagües de la casa que vertía al cauce del río Esgueva.
Los alguaciles llevaron a cabo una inspección a los sótanos de la vivienda y encontraron al pobre niño abierto en canal y eviscerado. También dieron con cuerpos abiertos de perros y gatos y otros animales de mercado.
Confesión
El Tribunal del Santo Oficio que asumió el juicio, sometió al joven a tortura hasta que declaró tener un pacto con el diablo, con quien se comunicaba a través del sillón frailero en el que se sentaba para dejar en papel los avances en sus autopsias. Cuando tomaba asiento entraba en trance, veía luces irreales y le eran desvelados los secretos de la nigromancia. El diablo le susurraba terribles ideas, pero también le obsequiaba con avanzados conocimientos de medicina que él ansiaba poseer por encima de todo. Había sido el diablo el que le había incitado a acabar con la vida del crío. A preguntas de los jueces, Andrés de Proaza explicó que un adivino de Navarra al que ayudó años atrás le regaló el sillón. Al proceder a registrar los pisos superiores de su casa, se encontró la silla, de aspecto recio, fabricada con madera de nogal, con respaldo y reposo de cuero de buena calidad.
La maldición
Andrés de Proaza fue condenado a la hoguera. Antes de ser ejecutado el portugues lanzó una maldición: solo los estudiosos de anatomía podían descansar en el sillón y recibir su conocimiento. Quien osara posar su trasero en el asiento sin conocimiento o interés por la medicina o quien osara a intentar destruirlo moriría en tres días.
El sillón
Sus inmuebles, entre ellos el sillón, fueron subastados públicamente, pero nadie los adquirió debido a la fama de brujo que acompañaba a su dueño. Finalmente todas sus pertenencias acabaron amontonadas junto a cientos de objetos más en un trastero de la facultad de Medicina.
Pasaron los años. El tiempo y el polvo desdibujaron aquellos hechos que un día sobrecogieron la vida de la ciudad durante semanas. Llegó un momento que nadie recordó más la siniestra profecía lanzada por Andrés de Proaza y el sillón pasó a ser un armatoste más que estorbaba en los trasteros de la facultad.
Las víctimas
En el siglo XIX un bedel dio con el sillón. No tenía mala pinta, ¿qué hacía aquél asiento allí abandonado? Decidió usarlo para descansar entre clase y clase. Tres días después el conserje murió en sus brazos por causas naturales. La universidad contrató a un sustituto que falleció a los tres días en iguales circunstancias. Se investigó lo sucedido y alguien investigó tanta casualidad para dar con la terrible profecía del portugués. Se decidió, entonces, colgar la silla boca abajo de un techo para que nadie pudiera volver a usarla.
Hoy en día
Con motivo del sexto centenario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid se llevaron a cabo obras de remodelación. Con el derribo del edificio histórico de la Universidad, el sillón fue trasladado al Museo Arqueológico de Valladolid donde formó parte de las piezas que se mostraron en una exposición conmemorativa. En 1890 pasó a formar parte de los fondos del Museo de Valladolid, donde a día de hoy se expone, concretamente en la Sala 14 dedicada a objetos de la España del siglo XVI. Eso sí, un cordón evita que los curiosos sientan la tentación de sentarse…por si acaso.
Adaptaciones
La leyenda de Andrés de Proaza y su diabólico sillón ha servido de inspiración para varios relatos y novelas, siendo la última de ellas la novela de ficción de 2016 El sillón del diablo, del autor vallisoletano Victor M. del Pozo. Esta novela mezcla hechos históricos y de la propia leyenda para construir el azaroso camino que llevará a Andrés de Proaza a cometer sus crímenes en nombre del maligno. A la vez, se adentra en el género de la novela negra, pues unos misteriosos crímenes en el Valladolid actual parecen reavivar la leyenda y romper la habitual calma de la capital castellana.
Hasta el derribo del edificio histórico de la Universidad, el sillón se encontraba colgado patas arriba del techo de la capilla universitaria y a partir de entonces se trasladó al Museo Arqueológico de Valladolid. Con motivo del sexto centenario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid formó parte de las piezas que se mostraron en una exposición conmemorativa en el Museo de la Universidad de Valladolid, cuando este museo estaba situado en el Palacio de Santa Cruz.
https://youtu.be/vTyMSQFx5rg