El grave problema que le encuentro a La isla de las últimas voces de Mikel Santiago es que no responde a la pregunta que plantea de partida. Y eso resulta frustrante.
OJOS: SPOILERS.
SINOPSIS
Un avión militar que transporta un contenedor misterioso, cae en el Mar del Norte. Unos pescadores de la remota isla de St. Kilda recogen el contenedor, flotando en las aguas, y lo llevan a tierra firme. El aspecto del mismo es imponente y ultratecnológico. La mitad de los isleños quiere abrirlo ya que suponen que contiene algo de valor, mientras que la otra mitad prefieren no tocarlo a la espera de que las autoridades vengan a recogerlo, no fuera a ser que contuviera algo peligroso. Así pues el conflicto estalla en la apacible St. Kilda, sumida en una tormenta invernal que les aislará de Escocia, país al que pertenece.

LO MEJOR
El arranque de la novela es fenomenal. La descripción tanto de la acción como de los personajes de la isla y la vida cotidiana resulta fascinante y te meten de cabeza en el día a día de un pueblo perdido de la mano de Dios en un lugar donde el clima es un infierno.
LO PEOR
La trama pierde fuelle a media novela, cuando adivinas que nos van a dejar sin saber lo que guarda el contenedor. Debo admitir que a partir de ese momento desconecté un poco y el resto se me hizo algo tedioso
La isla de las últimas voces me recordó, por planteamiento, a La Tienda de Stephen King, en la que los habitantes de Castle Rock sacan sus más bajas pasiones al comprar en un peculiar establecimiento. Pues aquí, más o menos lo mismo. El contendor desencadena en los habitantes de la isla una psicosis ligada a sus traumas pasados.
LA PREGUNTA
Obvia: ¿por qué la Isla de las últimas voces no responde a la cuestión que plantea? Evidentemente inventarse un contenido que esté a la altura de las expectativas es complicado. Pero hubiera preferido un final más arriesgado que no salirse vulgarmente por la tangente, como se dice.
VALORACIÓN: 6/10.
