Salió al callejón a darle los restos de la cena a Rulo, el perro que vivía entre los contenedores. Le hubiera gustado llevárselo a casa pero su madre se lo había prohibido. La vecina se cepillaba el pelo en su cuarto. En ocasiones se acercaba a la ventana y escuchaba al tipo que tocaba el saxo al otro lado de la calle o hablaba por teléfono y reía sin parar. La penumbra le confería un aire mágico, como de película antigua.
Ella le saludó con la mano.
-Oye -dijo él. Quería invitarla a un café o un batido al día siguiente, pero se avergonzó de su delantal con lamparones y sus kilos de más-. No cojas frío -dijo finalmente.
-Buenas noches -se despidió ella.
Cayeron las primeras gotas. El músico callejero recogió su instrumento y corrió hacia la estación. Rulo fue a guarecerse entre cajas de cartón. Él se quedó allí hasta que la lluvia empapó su camiseta. “Mañana, quizás”, se dijo.
Perro Callejero
Otro pequeño relato de los que se me ocurren, anécdotas que me suceden y / o comentarios sobre mi persona plasmados en menos de 200 palabras. ¿Cuántas veces dejamos de hacer algo que nos gustaría por miedo al rechazo o a nosotros mismos? Perro Callejero
Espero que te guste.