Joan Vila, el angel de la muerte de Olot

Joan Vila Nacho Zubizarreta

Joan Vila Dilmé nació en Castellfollit de la Roca (Girona) en 1965 en el seno de una familia trabajadora. Era un joven retraído, sin amigos ni entorno social sólido al que no le gustaba estudiar y con una fuerte inseguridad personal debido a su acné. Vivia inmerso en la indefinición sexual y de género, y con un temblor de manos significativo que acentuaba aún más sus sentimientos de inestabilidad vital. 

Juventud

Montó una peluquería que tuvo que cerrar al cabo de poco al ser estafado por su socio. Entro en una dinámica que le llevó a desarrollar varios trabajos en poco tiempo en empresas del sector de los plásticos, textil y hostelería mientras estudiaba cursos formativos en cocina, reflexología, moda y quiromasaje.  Consiguió trabajo en la residencia de ancianos El Mirador de Banyoles, donde ejerció de celador durante ocho meses. Sus compañeros lo describen como un hombre afable y afectuoso con los pacientes.

Tras una temporada en el centro psiquiátrico de Salt, Joan Vila entró a trabajar en el centro geriátrico La Caritat de Olot. 

Identidad. 

Pasados los treinta años, la inestabilidad mental de Joan Vila se agravó. Acudía a psicólogos, a los que le acompañaba su madre, en busca de ayuda pero nada parecía atenuar sus malles. Sufría ataques de ansiedad, tenía una autoestima muy baja y era muy influenciable. Fumador empedernido, era un maniático del orden. Empeoró su temblor y sudor de manos, lo que le angustiaba mucho. Consumía gran cantidad de bebidas energéticas, a veces mezcladas con ansiolíticos y alcohol y seguía una rutina alimentaria compulsiva. Le fue diagnosticado un trastorno obsesivo – compulsivo con brotes depresivos por lo que se puso en tratamiento psiquiátrico. 

Vila desarrolló afición por el maquillaje y la indumentaria de los fallecidos (tanatopráxia), los mossos d’esquadra encontraron en un disco duro en su poder muchas fotos e información al respecto. A su vez se interesó por los fenómenos paranormales tema sobre el que tenía una gran biblioteca.

Joan Vila Nacho Zubizarreta
Joan Vila

Los crímenes

A principios de 2006 Joan Vila fue contratado por el centro geriátrico La Caridad de Olot como celador, una institución sin ánimo de lucro muy arraigada en la población, se fundó en 1914. Los tres primeros años de labor en el centro transcurrieron dentro de la normalidad, parecía que por fin había encontrado su lugar en el mundo. Los casos extraños se inician en verano de 2009. 

Primeros asesinatos

El personal del centro afirmó que Vila era un trabajador eficiente y cariñoso con todos los pacientes del centro y que todo el mundo lo adoraba. Él dedicaba mucho tiempo a arreglar a los fallecidos para que tuvieran el mejor aspecto posible y era muy atento con las familias de los allegados. Sus víctimas fueron mayoritariamente mujeres entre los 80 y 96 años. Al principio Vila utilizó dos métodos diferentes para cometer los crímenes: un cóctel de barbitúricos y fármacos que administraba por vía oral disueltos en agua, y una sobredosis de insulina que suministraba por vía intravenosa a los pacientes diabéticos. Entre asesinato y asesinato dejaba pasar entre dos y tres meses. Durante el juicio, muchos familiares relataron que el sufrimiento de sus parientes fue agónico, llegando incluso a sangrar por la boca. 

Joan Vila La Caritat de Olot Nacho Zubizarreta
La residencia La Caritat de Olot

Actuaba a última hora, cuando las enfermeras ya se habían marchado y se aprovechaba del cariño y la confianza que los residentes le tenían. Por lo demás, Joan Vila mantenía una relación muy buena con los ancianos, afable, se mostraba predispuesto a ayudarles con todos los inconvenientes que les surgían, sabía sus nombres, conocía a los familiares, se preocupaba por su salud e incluso le pintaba las uñas a algunas de las ancianas.

Últimos asesinatos: septiembre y octubre 2010

Como suele suceder con otros asesinos en serie, a medida que fue pasando el tiempo, las ansias de matar se hicieron más y más intensas llegando a ser incontrolables. Además, Joan Vila se volvió más descuidado lo que llevó a su detención. 

Vila sufrió un cambio de carácter a finales de septiembre. Empezó a mostrarse más irascible e incluso violento. Afirmaba que estaba harto de las personas mayores y que quería cambiar de trabajo.

En el transcurso de cuatro días, del 12 y al 17 de octubre de 2010, como si de un psicópata de una novela negra se tratara, Vila asesinó a tres personas. En estos crímenes utilizó un método mucho más cruel: les hizo beber lejía o les inyectó ácido desincrustante y otras sustancias corrosivas en la boca con una jeringa. Esta técnica acababa con los ancianos de manera muy dolorosa, causándoles un intenso dolor con graves quemaduras internas en el esófago, mucosas internas y pulmones. Más adelante, Vila reconoció que tras las muertes llegaba a casa, se duchaba y se ponía a ver la tele sin remordimientos. Acudió al tanatorio para sus velatorios y estuvo animando a las familias. Tan próximo se mostraba que en algún caso lo invitaron a quedarse con el núcleo familiar más íntimo.

Paquita Gironés, la última víctima

El cadáver de Paquita Gironès Quintana fue el detonante para la detención de Joan Vila. Era viuda sin hijos y con demencia senil, lo que la hacía especialmente vulnerable. Llevaba internada varios años y no tenía buena relación con el auxiliar, de quien se quejó en más de una ocasión. Ni el personal del centro ni su sobrina le hicieron caso.

La noche del 17 de octubre de 2010. Vila estuvo bebiendo alcohol y refrescos, se sentía pletórico tras el asesinato que había cometido el día anterior, según él mismo confesó durante el juicio. Paquita Gironés tuvo un súbito acceso de tos, eso la llevó a la muerte. Vila se dio cuenta que la anciana mostraba signos de desorientación y dificultades para respirar. Sin pensarlo dos veces se dirigió al almacén de limpieza, llenó una jeringa con uno de los productos abrasivos y lo administró en la boca. Gironès empezó a toser y a sangrar por la boca. La trasladaron al hospital donde falleció. Joan Vila le dijo a los paramédicos: no hace falta que hagais nada, se está muriendo. 

Joan Vila Nacho Zubizarreta
Imagen captada por las cámaras de seguridad del momento que Vila fue a por líquido desincrustante para administrárselo a Paquita Gironés.

La voz de alarma

Al examinar a la anciana, el médico forense se negó a certificar su muerte natural y avisó a los mossos. El equipo de investigación encontró una herida en la cara y varios hematomas en el pecho y llegó a la conclusión de que la causa de la muerte había sido la ingestión de ácido desincrustante que le había abrasado la boca, las vías respiratorias y el esófago. Revisaron las cámaras de seguridad de La Caritat y vieron que el celador se había encerrado en el cuarto de limpieza durante los momentos previos al crimen y que luego trasladaba a la anciana en silla de ruedas a una sala donde no había cámaras. 

Interrogaron a todo el personal del centro. Joan Vila se derrumbó y confesó sus tres último crímenes. 

Confesiones

En un primer momento Joan Vila confesó haber causado la muerte de sus tres últimas víctimas y que esos asesinatos le hicieron sentir como si fuera Dios. Ingresó en la prisión de Can Brians. Un mes más tarde, asesorado por su abogado, pidió declarar de nuevo. En esta segunda confesión asumió el asesinato de once ancianos, todos ingresados en el centro La Caritat. El abogado intentó justificar los asesinatos como una especie de eutanasia para mitigar el sufrimiento de estas personas. El juez decretó la exhumación de los 56 fallecidos en La Caritat desde que Joan Vila empezó a trabajar ahí, ya que de estos 27 se habían producido en sus turnos (un 48,2%). Sus compañeros comentaba que él solía decir “todas las ancianas se me mueren a mí”.

Desgraciadamente el estado de los cuerpos impidió esclarecer si Joan Vila había asesinado a más ancianos de los que él admitía. 

Juicio

El 27 de mayo de 2013 dio inicio el juicio en la Audiencia Provincial de Girona. Joan Vila reafirmo que había asesinado a once residentes del centro y se reiteró en que no quería herir a las ancianas, quería quitarles sufrimiento y que le calmaba verlas difuntas. La hija de una de las víctimas declaró: «Mi madre no paraba de sangrar; sangraba por la boca y tenía la lengua hinchada».

Vila se enfrentaba a una pena de más de 200 años de cárcel por once delitos de asesinato, los tres últimos con el agravante de ensañamiento. La acusación sostuvo que el asesino aprovechaba los momentos en los que había muy poco personal en el centro y que las víctimas mortales, de edad muy avanzada, se encontraban indefensas y solas en sus habitaciones.

Joan Vila Juicio - Nacho Zubizarreta

Por lo que respecta a la evaluación psiquiátrica, el périto declaró que Vila era una personas bondadosa con la gente de su entorno, pero que su soledad e introversión lo habían convertido, de forma progresiva, en un ser peligroso. A pesar del tratamiento psiquiátrico que recibía afirmó que Vila no era ni un psicópata y que era perfectamente capaz de distinguir entre el bien y el mal, por lo que no había motivos para apelar a estas cuestiones como atenuantes.

Sentencia

El 21 de junio de 2013, el jurado popular sentenció a Joan Vila a una pena de 127 años y medio de cárcel de los 194 posibles, por el asesinato de once personas con el agravante de traición y, en tres de ellos, con el de ensañamiento. Tuvo un atenuante por los tres primeros asesinatos que confesó. Se le prohibió acercarse a menos de 100 metros o a comunicarse con cualquiera de las familias de las víctimas mortales durante 10 años. Por normativa penal, la estancia máxima establecida para penas tan largas es 40 años de cárcel. Ingresó en el Centro Penitenciario de Puig de les Basses en Figueres. 

La defensa de Joan Vila interpuso un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña alegando que se había vulnerado la presunción de inocencia de su cliente, pues se le condenó utilizando únicamente la confesión como prueba y los análisis de las autopsias habían sido inconcluyentes. No obstante, el Tribunal confirmó la sentencia y las penas. Tiempo después, el recurso de casación que también interpuso la representación de Vila ante el Tribunal Supremo de España fue desestimado el 10 de octubre de 2014

Prisión

Los especialistas que le han examinado en prisión han afirmado que no manifiesta signos de arrepentimiento. Tampoco sufre ningún trastorno de personalidad, ni tiene alteradas sus capacidades cognitivas y volitivas. Presenta un estilo dependiente, evitativo, depresivo y esquizoide». Según han confirmado fuentes conocedoras del caso, Joan es una persona «exquisita», que no tiene ningún problema con nadie. Además, realiza diversos talleres y se encuentra regentando la lavandería de la prisión. «Lo monstruoso de sus delitos, choca con su buen comportamiento», han comentado. Su abogado confirmaba que “es una persona de un trato amabilísimo, cordial y educado. Lo es conmigo y con todo el mundo». 

La vida sigue

Comparte celda con otro asesino, mantiene muy buena relación con los funcionarios y se ha adaptado a la perfección a la dinámica del centro. Trabaja en la lavandería, lee mucho, y participa en actividades del centro. También, recibe la visita de sus padres, muy mayores y de sus tías. 

Sus padres siguen viviendo en Castellfollit de la Roca. Según dicen no salen de casa apenas, son muy mayores. Una vez que la madre fue a la compra se encontró con la hija de una de las víctimas. Las dos mujeres acabaron abrazadas llorando. 

Junto al secuestro de Mari Angels Feliu, los crímenes de Joan Vila han situado a Olot como uno de los puntos más siniestros de la crónica negra española de los últimos años.

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