Heridas abiertas mola, pero no tanto

Heridas abiertas es un producto de marketing, no nos engañemos. Responde a la necesidad de HBO de ganar audiencia femenina. La plataforma inició esta singladura con Big Little Lies y la jugada le salió redonda (en cuanto a repercusión y audiencia). Ahora repite el mismo esquema: toma como base una novela femenina con suspense (en esta ocasión Sharp objects, de Gillian Flynn), incluye un elenco de actrices envidiables y deja el proyecto en manos del canadiense Jean-Marc Vallée. A ver, no quiero decir que un producto de márketing tenga que ser malo, ni mucho menos. Pero en mi opinión en este caso ese punto de partida más comercial, resta alma al conjunto.

 Heridas abiertas.
Tres mujeres tan próximas y lejanas a la vez

Antes de seguir debería aclarar que aborrezco esas historias que se apuntan al momento de «empoderamiento femenino» para luego mostrar lo contrario, a mujeres «víctimas» incapaces de tomar el toro por los cuernos y decidir su futuro. Me parece absurdo e incongruente y me cuesta entender que el genero femenino en general no diga nada al respecto. A mi entender ese era el gran handicap Big Little lies, en la que unas chicas pijas e insatisfechas se pasaban toda la serie deseando que sus maridos se comportaran de otra manera y luchando por mantenerse delgadas.

También aclaro que no he leído la novela así que esta reseña se basa en la serie. 

En Heridas Abiertas también hay mujer-víctimas, sometidas y mutiladas emocionalmente. Por lo menos aquí son víctimas de otras mujeres (que representan a los poderes establecidos, tanto dentro como fuera de la familia). Además Heridas Abiertas nos ofrece otros aspectos interesantes: un pueblo de postal -Wind Gap- que oculta más pozoña que Mordor, asesinatos, miseria humana, odios soterrados, alcohol y drogas, canciones francesas de los 60’s, un toque romántico y relaciones familiares tóxicas. Y es que el hogar dulce hogar no deja de ser el puchero donde se cuecen las más bajas pasiones. En este drama los hombres pintamos poco, somos meros objetos decorativos. No es casual que el único desnudo sea del actor Chris Messina, mientras Amy Adams no muestra ni el escote por motivos argumentales que aquí no desvelaré.

Como en toda trama negra, el misterio, esas dos chicas desaparecidas que llevan a Camille de vuelta a su pueblo, son una mera excusa. Lo importante es la historia de la protagonista y qué provocó los traumas que aún hoy en día arrastra. De eso va Heridas Abiertas. Le agradezco a Amy Adams que evite la sobreactuación. Lo cierto las tres actrices principales -la ya comentada Adams, Patricia Clarke y Eliza Scanlen- están muy bien, muy contenidas. La joven Scanlen está excepcional en un papel con grandes dosis de paranoia. Hubiese agradecido, eso sí, algo más intención a Patricia Clarke, que enfocara a Adora, esa madre posesiva y cacique del pueblo, con mayor intensidad. Ese enfoque hubiera quitado solemnidad al conjunto que creo es siempre una buena opción, no tomarse demasiado en serio a sí mismo. Pero HBO quiere un producto de categoría para optar a todos los premios posibles así  que las pasiones y odios tienen que estar soterrados y mostrarse con sutileza. En Wind Gap no pasa nada.

Heridas abiertas
Camille, traumatizada, dolida, alcohólica, desaseada. 

El contrapunto a estas actuaciones tan controladas lo encontramos el montaje, frenético e incluso confuso en algunos momentos lleno de flashbacks, como reflejo del dolor y el aturdimiento que vive la protagonista, de los recuerdos que bombardean su mente como alfileres punzantes a medida que recupera su pasado. Así, entre drama, dolor, alcohol, misterios y morbo, Heridas Abiertas nos tiene bastante entretenidos capítulo tras capítulo… Hasta llegar al final.

De pronto, el tono de profundo dramatismo psicológico en el que se se movía Heridas Abiertas desaparece para convertirse en una especie de whodunit a lo Agatha Christie. Lo único importante pasa a ser quién ha asesinado a las chicas (el culpable tampoco es demasiado sorprendente, la verdad). Ese giro en el último capítulo y medio es bastante desconcertante. La serie habría ganado enteros si la conclusión se hubiera mantenido coherente con el resto de la propuesta y se centrara en mostrarnos cómo Camille se enfrenta a sus demonios y por fin los vence. En lugar de eso Jean-Marc Vallée opta por los fuegos artificiales. Una pena. Ese final, con sorpresa incluida, desmerece al resto (más cuando está hecho para dar pie a una segunda temporada).

En definitiva: en conjunto, Heridas Abiertas está bien, se deja ver y es entretenida. Pero podría haber sido mucho más redonda. Una lástima.    

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