Jane Campion sorprendió a propios y extraños en 1993 con El Piano, drama en el que Holly Hunter y Hervey Ketiel paseaban su amor desdichado por el fango de los manglares de Nueva Zelanda al ritmo de la música new age de Michael Nyman. El poder del perro
Muchos años y algunas películas han pasado desde entonces. El tiempo parece haber serenado a la siempre interesante Campion que ahora nos regala El Poder del Perro. Hablo de serenidad porque si algo destila esta película es calma (tensa, pero calma), contención. Es una lección de subtexto, de como con pocos gestos y pocos diálogos pero precisos y bien interpretados se puede decir más que gritando a los cuatro vientos. Eso sí, uno ha de estar dispuesto a mirar y escuchar. Está basada en una novela del mismo título de Thomas Savage de 1967. (Ya veo a todos los millennials torciendo el gesto, como si la buena literatura y el buen cine hubieran nacido con el siglo actual). No confundir con el best seller del mismo título de Don Winslow.
Personalmente me alegra que Netflix, superproductora que llena nuestra tele de productos de consumo rápido y olvido más rápido todavía, haya invertido dinero y esfuerzo en sacar adelante esta joya de la sutilidad. Eso me hace albergar esperanzas de que en este mundo no está todo perdido.

La trama
El poder del perro. Qué título más terrible para una película tan hermosa y sutil, por muy bíblico que sea.
Jane Campion propone un viaje al oeste americano, lleno de áridos paisajes, ganado, polvo, sudor, testosterona y personajes vencidos por sus propias pasiones.
Dos hermanos tan unidos que duermen juntos, representan las dos caras de la misma moneda, dos formas de entender un mismo mundo. Uno más duro, pero más romántico y poético, el otro más pragmático.
La aparición de una mujer viuda y su único hijo desatará el conflicto y pondrá de manifiesto la violencia intrínseca en las relaciones personales en un entorno hostil de este western en el que paradójicamente no se utiliza ni un solo revólver.

Comentarios
Estamos ante un western. No es ni una peli de acción ni una peli negra, si no una peli de vaqueros.
Con el subtexto como arma, Campion hace un retrato humano sutil pero efectivo de personajes deudores de su propio pasado, masculinidad mal entendida y angustia. Las interpretaciones de los actores cobran especial peso en este mundo de miradas y frases no dichas. Benedict Cumberbatch está que se sale. Kodi Smit-McPhee, perturbador.
En esta época en la que series, películas y novelas son tan predecibles, resulta estimulante que podamos descubrir la historia a medida que los personajes avanzan sin saber hacia dónde caminan.
Una película que se cuece a fuego lento, tan incómoda como delicada con un final tremendo que te hace replantear todo lo que has visto. Una joya.